El Santuario de Nuestra Señora de La Salette se halla en el sureste de Francia, en la región Rhône-Alpes, en el extremo sur del departamento de Isère, cantón de Corps, municipio de La Salette-Fallavaux, a 1.800 metros de altitud, en un replano entre el Monte Planeau (1.840 metros) y las laderas del Gargas (2.207 metros) y del Chamoux (2.198 metros). El lugar de la aparición se encuentra muy cerca de la Basílica, indicado por diversas esculturas en bronce de la Virgen y los dos pastores, Maximino y Melania.

La panorámica grandiosa, que desde el santuario se divisa, se abre al macizo Dévoluy, dominado por la gran cumbre del Obiou; al fondo, el lago Sautet, y la planicie Pellafol; a la derecha, en la lejanía, el Monte Aiguille (del macizo Vercors). 

Para llegar a La Salette hay que recorrer desde Corps 14 kms en continuo ascenso por una carretera llena de curvas. Pero la subida merece la pena. Con ocasión del 150 aniversario escribía el periodista Pablo Romani en el semanario Familia Cristiana: “Una vez se ha llegado, el viajero es recompensado. La grandeza de la montaña, el paisaje impresionante de los Alpes franceses y la soledad solemne sobrecogen incluso al turista más distraído, que se convierte de alguna manera en peregrino. La Virgen no podía haber escogido un marco más adecuado para hablar a los hombres“.

Una visita al Santuario de La Salette -prosigue el periodista- es una experiencia inolvidable. No solo por la majestuosidad del lugar, que impresiona, sino sobre todo por la atmósfera: mística, sin inútiles ostentaciones; conmovedora, por su extraordinaria simplicidad. Ningún rastro del ‘mercantilismo’ que ha invadido Lourdes y Fátima, donde hay que abrirse paso entre los puestos de venta. En La Salette solo hay una tienda gestionada por la Asociación de Peregrinos donde se venden postales, libros y objetos de artesanía“.

Años antes, el Cardenal Saliège, Arzobispo de Toulousse, escribió: “Conocía Lourdes, pero a mí La Salette ha sido una auténtica sorpresa: ¡La montaña… el silencio… la soledad! ¡Ninguna mundanidad! ¡Ninguna distracción! ¡Sólo María! ¡Sus esculturas! ¡Su basílica! ¡El alma raptada en muda contemplación! … El silencio que reina soberano hace manar del alma la oración bajo forma de admiración, de alegría, de alivio“.

Se advierte en La Saleta, más que en otros lugares, la acción directa de la gracia. Se percibe una presencia invisible que te envuelve completamente. La Saleta es el lugar del retiro interior, de la renovación. El lugar que te induce a un estado de confiado abandono: a ponerte en manos del Señor y de su divina Madre. El alma abatida recupera el ánimo; el alma tibia recobra el gusto por la oración; el alma ferviente descubre nuevos caminos de entrega. Es tan fuerte la acción de gracia, que todo ello es natural y este es precisamente el continuo milagro de La Salette.