Acuérdate, Virgen de la Saleta, de las lágrimas que has derramado por nosotros en el Calvario. Acuérdate también del cuidado que tienes siempre por tu pueblo para que, en nombre de Cristo, se deje reconciliar con Dios.
Animados por tu ternura, acudimos a ti suplicantes, a pesar de nuestras infidelidades e ingratitudes. Confiamos plenamente en ti, Virgen Reconciliadora.
Vuelve nuestros corazones hacia tu Hijo Jesús. Alcánzanos la gracia de amarle sobre todas las cosas y de consolarte a ti con una vida santa ofrecida para gloria de Dios y amor de los hermanos. Amén.